lunes, 15 de agosto de 2016

LA RUPTURA DEL LINAJE MATERNO Y EL PRECIO DE VOLVERSE AUTÉNTICA



Una de las experiencias más duras que puedes tener como hija en la relación con tu madre es darte cuenta de que ella está inconscientemente involucrada en tu insignificancia. Ante este sentimiento, es verdaderamente desgarrador ver que, más allá de su propia herida, la persona que te dio a luz siente, inconscientemente, tu empoderamiento como una pérdida propia. En el fondo no es una tragedia personal, sino de nuestra cultura patriarcal, que dice a las mujeres que somos “menos que”. Todas deseamos ser auténticas, ser vistas tal como somos, ser aceptadas, y ser amadas por quien realmente somos. Es una necesidad humana. Lo cierto es que el proceso de convertirnos en nosotras mismas implica ser complicadas, fuertes, intensas, asertivas y complejas, cualidades que el patriarcado pinta como poco atractivas en una mujer.
Históricamente, nuestra cultura ha sido reacia a la idea de las mujeres como seres individuales.
El patriarcado identifica a las mujeres atractivas como seres complacientes, que buscan ser aprobadas, cuidan las emociones, evitan el conflicto y toleran el maltrato. En cierta medida, las madres transmiten esta imagen a sus hijas, y hacen que inconscientemente se construyan una falso yo, a menudo a través de la máscara de “la rebelde”, “la solitaria” o “la niña buena”. El mensaje principal es “Para ser amada no debes crecer”. Sin embargo, las nuevas generaciones de mujeres tenemos el deseo de ser auténticas. Se podría decir que, con cada nueva generación, el patriarcado se debilita y el deseo de ser auténticas se va fortaleciendo entre las mujeres, de hecho, está empezando a ser urgente.

El anhelo de ser auténtica y la añoranza de la madre

Se trata de un dilema para las hijas criadas en el patriarcado. El anhelo de ser tú misma y el anhelo de ser cuidada, se convierten en necesidades que compiten entre sí, parece que tengamos que elegir entre una de las dos. Esto sucede porque tu empoderamiento está limitado en la medida en que tu madre ha internalizado las creencias patriarcales y espera que tú las acates. La presión de tu madre para que no crezcas depende principalmente de dos factores: 1) el grado en que ella haya internalizado las creencias patriarcales limitantes de su propia madre y 2) el alcance de sus propias carencias por estar divorciada de su yo verdadero. Estas dos cosas mutilan la capacidad de la madre de iniciar a su hija a su propia vida.
El costo de convertirte en tu ser auténtico a menudo implica cierto grado de “ruptura” con el linaje materno. Cuando esto sucede, se rompen los hilos patriarcales del linaje materno, algo esencial para una vida adulta sana y poderosa. Por lo general se manifiesta en alguna forma de dolor o conflicto con la madre. Las rupturas del linaje materno pueden adoptar diversas formas: desde conflictos y desacuerdos hasta distanciamiento y desarraigo. Es un viaje personal y es distinto para cada mujer. Básicamente, la ruptura sirve para la transformación y la sanación. Forma parte del impulso evolutivo del despertar femenino para empoderarse con más consciencia. Es el nacimiento de la “madre no patriarcal” y el comienzo de la verdadera libertad e individualización.
Por una parte, en las relaciones madre/hija más sanas, la ruptura puede provocar un conflicto, pero en realidad sirve para fortalecer el vínculo y hacerlo más auténtico. Por otra parte, en las relaciones madre/hija agresivas y menos sanas, la ruptura puede desencadenar heridas no sanadas en la madre, y provocar que esta arremeta contra su hija o la repudie. Y en muchos casos, desafortunadamente, la única opción de la hija será mantenerse a distancia indefinidamente para conservar su propio bienestar emocional. Así, en vez de ver que es el resultado de tu deseo de crecimiento, la madre puede sentir tu alejamiento/ruptura como una amenaza, un ataque personal y directo hacia ella, un rechazo a quien es ella. Ante esta situación, puede resultar desgarrador constatar que tu deseo de empoderamiento o de crecimiento personal puede hacer que tu madre, ciegamente, te vea como una enemiga.
“No puedo ser feliz si mi madre es infeliz” ¿Has sentido esto alguna vez?
Generalmente, esta creencia procede del dolor que te causa ver a tu madre sufrir por sus propias carencias y la compasión que te produce su lucha bajo el peso de las demandas del patriarcado. Sin embargo, cuando sacrificamos nuestra propia felicidad por la de nuestras madres, en realidad impedimos la sanación necesaria que produce llorar la herida en nuestro linaje materno. Esto solo provoca el estancamiento de ambas. Por mucho que lo intentemos, nosotras no podemos sanar a nuestras madres, y no podemos conseguir que nos vean tal como somos. El duelo es lo que trae la sanación. Tenemos que llorar por nosotras y por nuestro linaje materno. Este duelo trae consigo una gran liberación.
Dejar que nuestras madres sean seres individuales nos libera (como hijas) para ser seres individuales. Las creencias patriarcales promueven un nudo inconsciente entre madres e hijas, en el que solo una de ellas puede tener el poder. Es una dinámica de “una de las dos” basada en la escasez que deja a ambas sin poder alguno. Para las madres que han sido especialmente privadas de su poder, sus hijas pueden convertirse en “el alimento” de su identidad atrofiada y en el vertedero de sus problemas. Debemos permitir que nuestras madres recorran su propio camino y dejar de sacrificarnos por ellas.
Tradicionalmente, a las mujeres se nos ha enseñado que es noble cargar con el dolor de los demás; que el cuidado emocional es nuestro deber y que deberíamos sentirnos culpables si nos desviamos de esta función. En este contexto, la culpa no tiene que ver con la consciencia sino con el control. Este sentimiento de culpa nos mantiene atadas a nuestras madres, nos debilita y hace que ignoremos nuestro poder. Tenemos que darnos cuenta de que no hay ningún motivo real para sentirnos culpables. El rol de cuidadora emocional nunca ha sido un rol genuinamente nuestro, simplemente forma parte de nuestro legado de opresión. Si lo miramos así, dejaremos de consentir que la culpa nos controle.
Abstenernos del cuidado emocional y dejar que la gente aprenda sus propias lecciones es una forma de respetarnos a nosotras mismas y de respetar a los demás.
Contrariamente a lo que nos han enseñado, no tenemos que sanar a toda nuestra familia. Sólo tenemos que sanarnos a nosotras mismas. En vez de sentirte culpable por no ser capaz de sanar a tu madre ni a los otros miembros de tu familia, date el permiso de ser inocente. Si lo haces, recuperas tu construcción personal y el poder que te quitó la herida materna. Y en consecuencia, devuelves a tus familiares el poder de seguir su propio camino. Se trata de un gran cambio energético que se da al apropiarnos de nuestro valor y se ha demostrado que podemos conservar nuestro poder a pesar de los llamamientos a entregarlo a los demás.
El precio de transformarnos en auténticas nunca es tan alto como el precio de permanecer en un “yo” falso.
Es posible que nuestras madres (y nuestras familias) nos den la espalda cuando nos convirtamos en más auténticas. Podemos sentir hostilidad, rechazo, rabia, y una denigración total. Y puede resultar asombrosa la rapidez con la que nos pueden rechazar o abandonar cuando dejamos de sobre-funcionar y expresamos nuestro auténtico ser. La madre cumple la función de “proveedora de la iniciación” lo que lanza a la hija a vivir su propia vida, pero este rol es solo posible en la medida que la madre haya experimentado o vivido su propia iniciación. Pero los procesos sanos de separación entre madres e hijas están muy boicoteados en la cultura patriarcal.
El problema es que muchas mujeres se pasan la vida entera esperando que su madre las empuje a vivir sus propias vidas, cuando sus madres son simplemente incapaces de hacerlo.
Es muy habitual ver cómo se pospone el duelo de la herida materna en mujeres que constantemente regresan al pozo negro de sus madres, buscando un permiso y un amor que ellas simplemente no tienen la capacidad de dar. En vez de completar este duelo, muchas mujeres tienden a culparse, y esto las bloquea. Tenemos que lamentar que nuestras madres no puedan ofrecernos una iniciación que ellas nunca recibieron y embarcarnos conscientemente en nuestra propia iniciación.
Parte de este proceso es aceptar este profundo dolor existencial, para poder iniciarnos en la libertad y la creatividad de nuestras propias vidas. Y al final, este dolor da paso a una compasión genuina y a la gratitud hacia nuestras madres y a las madres de nuestras madres. Es importante ver que, al rechazar las creencias patriarcales que dicen que para ser aceptadas deberíamos permanecer pequeñas, no estamos rechazando a nuestras madres.

Crear un espacio seguro para el anhelo de la madre

Aunque seamos mujeres adultas, añoramos a nuestra madre. Puede ser desgarrador sentir este anhelo y saber que nuestra propia madre no puede satisfacerlo, aunque hizo lo que pudo. Es importante enfrentarse a este hecho y llorarlo. Tu anhelo es sagrado y debe ser honrado. Dejar un espacio para el duelo es una parte importante de ser una buena madre para ti misma. Si no hacemos un duelo sincero de nuestra necesidad insatisfecha de cuidado maternal, inconscientemente interferirá en nuestras relaciones, causando dolor y conflicto.
No se trata de un trabajo de superación personal cualquiera. Sanar la herida de la madre es esencial y fundamental; es un trabajo en profundidad que te transforma interiormente y te libera, como mujer, de cadenas centenarias heredadas de tu linaje materno. Tenemos que desintoxicarnos de los hilos patriarcales en nuestro linaje materno para avanzar en nuestro empoderamiento.
Estamos siendo llamadas a encontrar en lo más profundo de nosotras aquello que no se nos dio. Al reclamar nuestra propia iniciación mediante la sanación de la herida materna, juntas, al unísono, encarnamos cada vez más a la diosa que está dando a luz a un nuevo mundo.
Texto original: “The Rupture of the Mother Line and the Cost of Becoming Real”
Traducido por Carlota Franco.
Puedes ver también SANAR LA RELACIÓN CON LA MADRE.



La relación con la madre es la más significativa en nuestra vida, la base sobre la que se construyen todas las demás relaciones. Con la madre fuimos uno cuando estuvimos en su vientre y luego seguimos íntimamente unidos a ella durante la lactancia. El vínculo con la madre es fundamental para la supervivencia. El niño, la niña, se miran literalmente en la madre, se ven en ella como si fuera un espejo. La madre representa al mundo en su totalidad y lo que de él proviene.
Para la mujer, representa la referencia del modelo femenino que puede reproducir o rechazar, la forma de ser mujer, de vivir la femineidad y de ser madre. Para el hombre va a representar el modelo de mujer por el que se va a sentir atraído o va a rechazar, es decir, que condicionará su elección de pareja y la relación con ella, y mientras no madure, seguirá siendo hijo… de su mujer. En todo proceso terapéutico es fundamental explorar la relación con la madre, con el padre también por supuesto, pero la madre es la que nutre, la que se ocupaba de las necesidades del niño o de la niña, la que daba sostén. Si estuvo presente cuando se la necesitaba, si satisfizo sus necesidades afectivas o si eran ignoradas, si veía a su hijo o a su hija por sí mismos y no como una prolongación suya o una carga.
Todos albergamos en nuestro interior un niño herido que no fue amado incondicionalmente, que necesitó protegerse del dolor por ser demasiado vulnerable. Congelamos muchos de nuestros sentimientos y nos construimos una coraza defensiva para no sentir que no éramos amados como necesitábamos. Para sanar esa herida es necesario tomar contacto con el niño interior, ver dónde y de qué manera fue herido, localizar ese dolor física y emocionalmente a fin de liberar la energía bloqueada.
Conectar con el dolor, la rabia, la culpabilidad, la impotencia, la tristeza, reconocerlo, aceptarlo y de esta manera, empezar a sanar. Al reconocer al niño interior, al tomar conciencia de su vulnerabilidad pueden surgir sentimientos de soledad, vergüenza, carencia, sentirse rechazado en ciertos momentos. Hemos de darle voz, dejar que llore, que exprese sus miedos y necesidades, y también sus partes positivas, los sueños, deseos, intuiciones y creatividad, y abrazarlo todo literalmente.
Hay niños buenos, niños obedientes, reprimidos, asustados, niños que tratan de agradar a su madre, niños que intentan ser perfectos, que niegan sus necesidades, niños que se refugian en la mente y niños que viven en el mundo de Disney para evitar sentir, hay niños rebeldes e insolentes que buscan llamar la atención que no reciben.
Las heridas del niño y de la niña pueden ser por sobreprotección, por exceso de valoración y halago, por abandono, manipulación, comparación, miedo, rechazo, autoritarismo, exigencia, engaño, desconexión, abusos. Ahora bien, y este es el mensaje que quiero trasmitir, las madres tienen también sus propias heridas y carencias de infancia, sus condicionamientos y limitaciones, sus dificultades para amar incondicionalmente y sostener al niño si ella misma no aprendió a sostenerse y valorarse. Una empieza a darse cuenta de la complejidad de la maternidad cuando es madre, o al cabo del tiempo, al reconocer su parte femenina.
Muchas veces se actúa con los hijos justo al contrario de lo que se recibió… y también esto es perjudicial. Necesitamos en primer lugar reconocer nuestras heridas, ocuparnos de ellas y sanarlas, y eso lleva un tiempo. Y también necesitamos perdonar a nuestra madre por lo que hizo o dejó de hacer, perdonar el daño que nos causó sus miedos, su ansiedad, su perfeccionismo, su autoexigencia, su necesidad de quedar bien, el abandono de sus propias necesidades por satisfacer la de otros. Perdonar su victimismo, su tristeza, su actitud depresiva, su dolor no resuelto del pasado, lo que supuso para ella la falta de Amor y comprensión de nuestro padre, sus propias carencias de infancia, tal vez la falta de madre o de padre y otros condicionamientos.
Ser capaces de ver el niño herido también en nuestra madre, sus propias heridas de infancia, lo que nos lleva a ser compasivos y aceptarla por completo, más allá de sus errores y limitaciones. Reconocer el bagaje familiar y la transmisión del linaje y comprender que no puede ofrecernos nuestra madre aquello que no tiene, que no le enseñaron o que no sabe cómo hacerlo. Antes o después, y cuanto antes mejor, llega el momento en el que hemos de perdonar, agradecer y valorar lo que nuestra madre ha hecho por nosotros. Tomar lo que de ella proviene como un legado, el que nos corresponde, el que pudo darnos, los fallos y también sus dones.
Cuando lo hacemos nos sentimos plenos y caminamos sobre la Tierra bendecidos y merecedores de todo lo bueno. Cuando no aceptamos, rechazamos lo que ella nos dio, estamos negando y rechazando nuestros orígenes, y eso es negarnos a nosotros mismos, lo que nos confunde y nos llena de dolor. Por un tiempo la rabia y el resentimiento pueden darnos una falsa fuerza, como una especie de arrogancia de creernos mejores que ella. Cuando uno no acepta a su madre no puede amarse ni aceptarse a sí mismo. Aceptarlo todo como fue porque, esa fue nuestra experiencia, ese fue el aprendizaje familiar, lo que nos ha hecho ser lo que somos, nuestro legado completo.
Honrarla y aceptarla como es nos conduce a la paz y a la reconciliación.
Más allá del dolor de nuestro niño herido también está el dolor de nuestra madre y el dolor que nosotros hemos añadido al rechazarla y juzgarla en ocasiones. Un hijo sólo puede estar en paz consigo mismo si se encuentra en paz con los padres, lo que significa que los acepta y los reconoce como son. No es posible decir: “esto lo tomo” y “esto lo rechazo”. Aceptar a los progenitores como son es un proceso curativo en sí mismo, el alma de la persona siente alivio y levedad.
-Por Ascensión Belart-

Para sanar la relación con tu Madre

Está carta es para mi madre ……………………. de su hija …………
“Madre, perdóname por fundirte con mis recuerdos, por no distinguir que eres un ser espiritual que amorosamente se prestó a la obra de teatro que protagonizamos en la Tierra.
Perdóname por hablarte de cualquier manera, por desconocer que tenemos un pacto, por herir tus sentimientos a partir de mis propias percepciones. Perdóname por cada minuto en el cual creí que todo esto se trataba de ti y no de mí.
Perdóname por nuestra historia juntas, por pretender cambiarla, por no superarla.
Perdóname porque no me es fácil saber y sentir quien eres realmente, porque a través de ti sólo veo a mi niña lastimada, porque sólo percibo dolor.
Perdóname por querer marcharme de tu vida, perdóname por haberme ido, perdóname por no querer volver a ti, perdóname por no honrarte y no amarte lo suficiente.
Me perdono completamente porque yo no tengo manera de saberlo todo, porque soy tan inocente como tú. Me perdono completamente por mi capacidad latente para lastimar, para resentir, para dañar, para odiar, nada de esto ha sido creado conscientemente, una fuerza interior, una razón, una memoria, una queja, un deseo y mi necesidad de escapar del dolor me impulsó. Yo merezco perdonarme completamente y lo hago ahora. Sin duda alguna te doy gracias porque en un acto de amor consciente o inconsciente me trajiste a la vida, a este mundo que me ha ofrecido todo para que yo pueda conocerlo. Gracias por lo vivido, por las experiencias juntas, por los dolores, por las lágrimas, por las risas, por las ausencias, por las heridas abiertas, por las palabras bonitas y por las que no fueron tanto, todo ello me ha forjado como el ser humano que soy. Te doy gracias porque existes en algún lugar de mi ser y porque me escuchas ahora. Te bendigo.
Lo siento por las memorias de dolor que comparto contigo, te pido perdón por unir mi camino al tuyo para sanar. Te doy las gracias porque estás aquí para mí y te amo por ser quién eres. También te amo porque estás en mis recuerdos y porque es el momento de hacerlo, nunca antes lo fue. Estas palabras surgen, nacen, brotan y florecen en mí ser cuando el tiempo de mi mente es perfecto, el amor me busca ahora y me reencuentra contigo, yo elijo estar en paz contigo, yo soy esa paz en ti y en mí. Yo soy paz. Yo honro mi vida y la tuya tal como fue, tal como es. Yo hago una reverencia ante tu ser de luz que es quien yo soy.
hecho esta. Gracias, gracias, gracias…

Lo debes hacer sin interrupciones, y no te puedes levantar ni distraer hasta que termines, lo tienes que realizar enfocada y haciendo total conciencia, tienes que leerlo al mismo tiempo que lo escribes para que te estés escuchando. puedes prender una veladora blanca y poner un refractario hondo de vidrio con 3/4 partes de agua y prender un incienso que te guste. al terminar tu carta la quemas con la flama de la veladora y las cenizas deben caer en el agua del refractario, puedes usar unas pinzas para no quemarte, al finalizar haces un hoyo en una maceta o en el jardín, hechas allí las cenizas con el agua, plantas alguna planta o flor que te guste y la veladora la dejas que se consuma y terminas comiendo algo dulce. Los cambios toman mas o menos 21 días.
Puedes ver también LAS HERIDAS DEL PADRE AUSENTE



Muchas mujeres compartimos algunas de estas inquietudes como: Me faltó mi padre en mi vida. Estaba ausente. No supe acercarme a él. No pudimos comunicarnos. La relación fue desastrosa o la versión fue tan increíble que lo busco en mis parejas. Todas necesitamos de un padre y la ausencia de éste nos dejan heridas que suelen generar una postura bastante ambivalente en nuestra vida profesional y personal. Cuando un papá no se hace presente el temor frente a la pareja es muy frecuente. Además de que suelen desvalorizarse a si mismas. O que llegan a vivir desconfiando de sus sentimientos.

¿Para qué sirve un padre en la vida de las mujeres?

Un padre es muy importante en la vida de todas las personas. Una figura que debemos reconocer ha sido muy opacada por la madre. El padre genera fuerza, seguridad, confianza, manejo de límites y poder personal. ¿Te parece importante? Definitivamente lo es. La relación con el padre es la que determina cuan exitosa o no serán en sus relaciones con los hombres, lo cual en gran medida, se traducirán la estima que tengan de si mismas.  Por otro lado es fundamental entender la proposición freudana de que en la vida de la mujer, su padre es su primer amor, en sentido figurado. La hija traslada la imagen de papi al hombre que ama, si papá fue funcional es probable que la mujer se sienta inclinada a repetir la experiencia y busque/encuentre un hombre psicológicamente sano. Es decir, si papá fue un hombre cálido, enterado de las necesidades tanto psicológicas como físicas de la hija (techo, comida, salud, escuelas, diversiones, cariño, respeto del desarrollo sano de la individualidad de la hija, de su necesidad de pertenencia al grupo familiar, de la evolución de sus apegos, primero a los padres y hermanos, después a los amigos, y posteriormente , al novio que la llevará fuera del núcleo familiar), entonces ésta, como es fácil de imaginar, querrá y podrá encontrar en otro hombre las características tan sanas que componen la personalidad del padre y que le reflejen sentimientos de vida hacia los hombres.
Por desgracia, aunque esto último sucede, no es la generalidad. Otro beneficio de tener un “buen padre” es desarrollar niveles de independencia altos y a la hora d tener un novio se demore la iniciación de la vida sexual.

¿Qué tipo de padre tuviste?

El ausente físicamente

Un padre ausente genera hijas necesitadas de pareja y con un miedo terrible al abandono. Suelen apegarse asfixiantemente y es sumamente importante trabajar con estas mujeres el desapego. De lo contrario cualquier hombre que se relacione con ellas se sentirá asfixiado en poco tiempo.
Es probable que se busquen relaciones dependientes donde nunca sera suficiente el amor ni la atención de la otra persona. Para aumentar la herida se buscarán personas poco comprometidas y que tienen el cartel en la frente “te abandonare”. 

El ausente emocionalmente

Una relación de abandono emocional con el padre en la primera infancia o en la pubertad puede provocar que mujeres exitosas en diversas áreas, tengan vidas desastrosas en relación con el amor, pareja y todo lo concerniente a lo emocional. Un padre egocéntrico que se dedica a buscar lo que necesita, se le dificulta ver las necesidades emocionales de los otros, no tienen consciencia de que su esposa e hijos necesitan de el.
Con un padre así, cuando niña, tu solo sientes o intuyes que no te amaban o aceptaban como tu pequeño ser necesitaba, de esta manera desarrollas comportamientos basados en las conductas de los otro hacia ti, en este caso, de tu padre y tu madre, incluyendo el conflicto que vivían de pareja. Todo esto conformo tu personalidad a la que llamaremos disfuncional, porque en el presente no funciona, no logra ayudarte a ser feliz, a amarte a ti misma, a convencerte de que te aman y por so no escoges hombres que sepan amar, que puedan amarse a si mismos.
La hija tendrá una relación con la madre exagerada en resentimiento, al creer (quizá inconscientemente) que fue ella quien no permitió que el padre se acercara más a la hija cuando era pequeña, o no se lo pidió.

El controlador

Genera mujeres sumisas y obedientes. Con miedo a soltarse y tomar la responsabilidad de su vida. Actúan como niñas pequeñas buscando aprobación y cuidado. Generalmente buscan hombres controladores y machistas. Suelen sufrir bastante sus relaciones. Con estas mujeres hay que trabajar intensamente su autoestima y desarrollo personal.

El violento

Genera mujeres sometidas y victimas de agresión. Suelen ser conflictivas y poco responsables con su seguridad personal. Con ellas es muy importante trabajar el manejo de límites y el cuidado personal Además de mostrar nuevas opciones de relacionarse.

El súper amigo complaciente

Genera la sensación de que es la figura ideal y no permite a la mujer seleccionar sanamente a su pareja. Con ella habría que trabajar el corte del lazo energético y el desprendimiento. Así podría elegir a su pareja sin falsas expectativas. En general lo ideal es saber soltar nuestro rol de niñas sumisas y actuar responsablemente como las adultas que ahora somos y tomar de la figura paterna lo que necesitamos.

¿Te sientes digna de ser amada?

Cuando se revisa la autoestima de la mujer, es importante revisar la de la madre y aún la de la abuela, porque no solo se heredan los rasgos físicos sino los vacíos emocionales. Cuando una mujer tolera infidelidad del esposo, el valor de la madre como mujer disminuye y la autoestima esta por los suelos, y a la vez esa baja autoestima es transmitida a los hijos, y en la edad adulta buscaran relaciones toxicas, y se buscara repetir la historia de la madre, que en cada relación busca al padre, al padre comprensivo, que la cuide que la colme de mimos y cuidados que el padre no le proporcionó, no el padre ausente, aunque este ahí. El padre puede estar ahí físicamente, pero no en espíritu, no esta comprometido con la relación.
Por eso es importante preguntarse si tenemos relaciones tóxicas que nos hace buscar al padre y su desamor en cada una de las relaciones.

Padres divorciados

Es difícil darse cuenta cuanto resultará afectada la hija como consecuencia del divorcio de sus padres, si es muy pequeña, ya que no puede verbalizar la manera en que vive la separación familiar, cuando se manifiesta el daño es en la adolescencia, o en bajas calificaciones, en problemas alimenticios, o en etapas de crisis de la edad adulta.
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Acá el padre en su duelo egocentrado, solo puede ver su coraje y dolor por la pérdida. Mientras el padre no se despoje de la ira que siente hacia la ex-esposa no estará emocionalmente disponible para la hija. Los padres divorciados en muchas ocasiones demuestran su presencia a través de regalos, visitas al centro comercial, de una llamada telefónica, pero esto no llenará el vacío físico y amoroso del padre que la hija necesitaba.

Otra mujer en la vida del padre

Las emociones manifestadas son de tristeza, resentimiento, ira, temor, dolor, deseos de venganza, sentimientos suicidas. Una hija adolescente podría tener problemas como obtener bajas calificaciones, dejar la escuela, embarazos no deseados, entrar en un estado de depresión, enfermedades psicosomáticas, escapar de casa, uso de sustancias tóxicas.
Cuando pensamos en el bienestar de nuestros hijos, planeamos darles aquello que nosotros no tuvimos, luego, cuando llega el primer niño, nos topamos cara a cara con la realidad de que ser padres es mucho más que un tierno sueño. Unos días nos encontramos haciendo las cosas que prometimos no hacer nunca, o cedemos. Necesitamos desarrollar habilidades, a menudo demasiada, que no aprendimos en nuestra familia de origen.
Pero ¿qué ocurre si nuestro padre no fue funcional?. Ahora sanaremos en nuestra vida esta figura. De eso se trata de no pasarnos la vida lamentándose sino de poner manos a la obra en las soluciones. A continuación te dejamos algunos ejercicios de tratamiento que son bastante sencillos.

Ejercicios de Tratamiento

  • Asiste con tu padre o con quien represente su energía (En caso de padre ausente) y pide que te de un abrazo. En tu mente repite “Papá tomo mi energía. Me vuelvo poderosa, segura y fuerte. Acepto mi responsabilidad para conducir mi vida como la adulta que ahora soy”
  • Escribe una carta con puño y letra donde saldes cuentas pendientes con tu figura paterna. Puedes ser explicita pues no la entregaremos a la persona. Solo nos permitirá limpiar nuestra mente. Una vez terminada léela en voz alta y después quémala.
  • Valora las cosas positivas (Por difícil que esto sea en tu caso) esto te permite liberar el resentimiento y la única beneficiada siempre serás tú.
Si quieres mejorar tu vida financiera la figura del padre es determinante. Así que no hay mejor pretexto para buscar sanar nuestra figura paterna que nuestro equilibrio emocional.
  • Herida paterna: Hablando de la herida paterna esta tiene que ver con la confianza básica y con la confianza en el fluir de la vida. Es indispensable ir al origen de los enredos familiares pues es donde se encuentran las raíces de nuestros males.
Si hay algo que reparar no perdamos tiempo y hagámoslo. Reconcíliate con la figura paterna y se agradecida simplemente porque te dio la vida.
Para mujeres que tienen experiencias paternas de naturaleza enfermiza, una reconciliación espiritual le da una sensación de protección que también actúa como factor estabilizante, que es lo propio que le daría el padre: estabilidad, seguridad, fuerza, respaldo.

Carta a mi padre

  • Primer paso: Ponga en manos de Dios o un ser superior a su padre. Por ejemplo; papá que Dios te Bendiga y te ilumine hoy y siempre.
  • Segundo paso: Es una corrección fraterna. Vas a contar tu historia, lo que a ti te dolió, sin juzgar a tu padre. Por ejemplo; papá a mi me dolió que no te ocuparas de mi, que siempre estuvieras preocupado por tus cosas y también me dolió no recibir muestras de afecto de tu parte etc. Cuenta tu dolor
  • Tercer paso: Ve un futuro lleno de amor paz y alegría para tu padre. Ejemplo; deseo un futuro lleno de paz, felicidad, amor y abundancia económica y que Dios te conceda lo que tu tanto anhelas en tu vida. Gracias, gracias, gracias, paz y amor para ti y tus seres queridos.
En definitiva, estas cosas que marcan la vida y el corazón de las personas, tienen que expresarse, charlarse, desahogarse. Hay que sacarlo todo afuera para que adentro nazcan cosas nuevas. Trabaja con cada uno de los ejercicios propuestos y disfruta dándote todo lo que necesitas ahora que eres una adulta. Ya no es tu imagen paterna de niña la que te daña sino la que has forjado en tu mente.
Hagámoslo por nosotras mismas. Aventúrate a vivir de una forma sana emocionalmente. Cuida de ti manejando adecuadamente tus emociones. La presencia de la reconciliación paterna en tu vida te vuelve independiente. Todo desprendimiento va acompañado de una sensación de paz interior.
-Blanca Mercado-
Fuente
http://consejosdelconejo.com/2015/10/24/sanar-la-relacion-con-la-madre/

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