UN NUEVO AMANECER: EL FIN DE LA CO-DEPENDENCIA
No puedes salvar a nadie.
Puedes estar presente con ellos, ofrecer tu estabilidad, tu cordura, tu paz. Incluso puedes compartir tu camino con ellos, ofrecer tu punto de vista.
Pero no puedes eliminar su dolor. No puedes recorrer el camino por
ellos. No puedes ofrecer respuestas correctas, ni tampoco respuestas que
no sean capaces de digerir en ese momento. Cada quien tiene que
encontrar sus propias respuestas, plantear sus propias preguntas o bien,
soltarlas, cada quien tiene que hacerse amigo de su propia
incertidumbre. Cada quien tendrá que cometer sus propios errores, sentir
sus propias tristezas, aprender sus propias lecciones.
Si
realmente quieren estar en paz, tendrán que confiar en el camino de
sanación que se vaya revelando paso a paso. Pero tú no puedes sanarlos.
No puedes ahuyentar su miedo, su ira, su sentido de impotencia. Tú no
puedes salvarlos, o arreglarles las cosas. Si presionas demasiado,
incluso podrían perder su tan singular camino. Tu camino podría no ser
el de ellos.
Tú no creaste su dolor. Pudiste haber hecho o
dejado de hacer ciertas cosas, pudiste haber dicho o dejado de decir
ciertas cosas, detonando el dolor que ya estaba dentro de ellos. Sin
embargo tú no lo creaste, y no eres culpable, incluso si ellos dicen que
así fue. Puedes asumir la responsabilidad de tus palabras y acciones,
sí, y podrías lamentarte por un pasado, pero no puedes borrar ni cambiar
lo que ya pasó, y no puedes controlar el futuro. Sólo puedes reunirte
con ellos aquí y ahora, en tu único lugar de poder. Tú no eres
responsable de su felicidad, y ellos no son responsables de la tuya.
Tu felicidad no puede venir de fuera. Si es así, entonces se trata de
una felicidad dependiente, una felicidad frágil que se convertirá en
tristeza muy rápidamente. Y después te verás atrapado en una red de
culpa, remordimiento y persecución. Tu felicidad está directamente
relacionada con tu presencia, con tu conexión a tu aliento, a tu cuerpo,
a la tierra. Tu felicidad no es pequeña, y no puede ser eliminada por
el miedo o la ira, o a la más intensa de las vergüenzas. Tu felicidad no
es un estado, o una experiencia pasajera, o incluso un sentimiento que
los demás puedan darte. Tu felicidad es inmensa, siempre presente, es el
espacio ilimitado del corazón, donde la alegría y la tristeza, la
felicidad y el aburrimiento, la certeza y la duda, la soledad y la
conexión, incluso el miedo y el deseo, pueden moverse como el clima,
como la lluvia y el sol, todo acogido en la inmensidad del cielo.
No puedes salvar a nadie, y no puedes ser salvado si buscas quién te
salve. No hay ningún yo que salvar, ningún yo que perder, ningún yo que
defender, ningún yo que hacer perfecto o perfectamente feliz. Deja ir
cualquier ideal imposible. Tú eres hermoso en tu imperfección,
escandalosamente perfecto en medio de tus dudas; amoroso, incluso en
medio de tus sentimientos poco amorosos. Todas esas partes han sido
dadas, todas son partes de la totalidad, y tú nunca fuiste menos que la
totalidad.
Estás respirando. Sabes que estás vivo. Tienes el
derecho a existir, a sentir lo que sientes, a pensar lo que piensas.
Tienes derecho a tu alegría y derecho a tus tristezas. Tienes derecho a
dudar también. Tienes derecho a recorrer tu camino. Tienes derecho a
estar en lo correcto, y derecho a equivocarte; tienes derecho a esta
gigante felicidad que conociste cuando eras pequeño. Estás respirando, y
eres inseparable de la fuerza de la vida que anima todas las cosas, que
se conoce a sí misma como todos los seres, que se descubre a sí misma
en cada momento de esta increíble y maravillosa existencia.
Tu
valía no está ligada a lo que los demás piensen de ti. Está ligada a la
luna, a la infinita expansión del cosmos, a los cometas que son lanzados
hacia destinos desconocidos, al olvido del tiempo y al amor a la
soledad, y a esta inefable gratitud por cada nuevo amanecer, inesperado,
dado.
- Jeff Foster
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