miércoles, 25 de enero de 2017

Por qué recoger nuestra sangre menstrual por Erika Irusta R.

Por qué recoger nuestra sangre menstrual

 

Esta mañana he amanecido leyendo la entrada Mancho y no me doy asco: menstruación, tabúes y patriarcado en el nuevo y flamante blog de mi hermana loba Yendéh. En su post (imperdible para seguir leyendo esta entrada) habla de los orígenes del tabú menstrual. Es fundamental que accedamos a estos orígenes para reflexionar sobre su carácter meramente cultural, pues en la biología de las mamíferas humanas no hay absolutamente nada que relacione su sexo con el sufrimiento. Como siempre digo en los talleres “si tuvieras un problema a la hora de hacer del vientre, el médico te haría muchas pruebas porque el dolor no se entiende como fisiológico en este caso. En cambio si vas al médico a hablarle de dolores menstruales te mirará, se reirá y te dirá: querida es normal, tómese una pastilla anticonceptiva o tenga una criatura” [hay profesionales de la salud que te dirían, como yo, que ni es normal ni es síntoma de salud, haberlas/os haylas/os como Miriam Al Adib- Mendiri]
Para mí, como para muchas mujeres, saber que mi cuerpo no es el que falla sino el que me alerta de que algo a mi alrededor no funciona, ha sido el motor de cambio. Comprender que menstruar, gestar, parir, amamantar, gozar son acciones y funciones, por fisiología, placenteras ayuda a revisar nuestras creencias y con ellas, a abrir agujeros en nuestra cultura, la cual se refleja, en nuestro cuerpo. Sí, siempre está la eterna lucha entre lo biológico y cultural, sin embargo he aprendido que no pueden separarse. Es como tratar de sacar el aceite del agua, ambos se funden aún dejando ver sus diferencias. La cultura de los últimos 5000 años se ha basado en la persecución y privación del cuerpo femenino. Ésta es una realidad histórica que no permite dudas o cuestionamientos. Es un hecho (Yendéh da muchas claves para comprenderlo). Sin embargo quiero que vayamos más allá, a la simiente de nuestra historia. Antes, mucho antes, cuando éramos cazadoras- recolectoras y durante unos 10.000 (más que menos)  nuestros cuerpos eran fuente de gozo y placer. Nuestra sexualidad no estaba sujeta a un hombre ni a las propiedades (esto comenzará con la agricultura – leed el libro En el principio era el sexo, de Christopher Ryan, Cacilda Jetha) Nuestra vida era más sencilla de lo que nos han contado estudiosos patriarcales. El placer y el deseo fluían por nuestro cuerpo sin obstáculos culturales, de hecho la cultura creada se basaba en este derramarse, abrirse y amarse de los cuerpos y entre los cuerpos. Si queréis profundizar sobre nuestros orígenes y deconstruir la imagen de mujer neolítica, os recomiendo leer a Casilda Rodrígañez, Marija Gimbutas y Mithu M. Sanyal. Para mí, es vital poder revisar la historia que nos han contado pues de esa historia nosotras hemos sacado las angustias, vergüenzas y culpas que sangran, cada mes, desde la agonía a través de nuestro cuerpo.
Estoy totalmente de acuerdo con Kate Millet cuando afirma que “Existen considerables evidencias de que las molestias que las mujeres sufren durante su período a menudo es probable que sean psicosomáticas más que fisiológicas, culturales más que biológicas, en su origen“. Es increíble el cambio que viven las mujeres en sus vidas cuando conocen su ciclo, su historia, su potencia, su sangre. Conocer nuestra sangre nos remueve hasta la médula. A algunas nos conmovió tanto que desde entonces trabajamos para que todas las mujeres puedan acceder a esta re-apropiación del cuerpo de mujer. Muchas, yo entre ellas, descubrimos el valor de nuestra sangre a través de la copa menstrual. A día de hoy y gracias a la subida del IVA (no os enfadéis conmigo porque diga esto) muchas mujeres van a tener que abandonar las malolientes compresas y los nada saludables tampones para utilizar este simple artilugio que recoge nuestra sangre, sin alterarla, sin contaminarnos ni contaminar el entorno. Además de la copa, existen las esponjas marinas que son una opción recomendable, saludable y que permite también recoger la sangre (medio-ambientalmente hablando no son mis favoritas porque podemos ir destruyendo el fondo marino si nos da a todas por utilizarlas) y también están mis favoritas, la compresas de tela. Las compresas, que según podéis leer en el link son sencillas de utilizar y lavar, nos permiten tomar conciencia de la necesidad de atender nuestro cuerpo cuando estamos en la fase menstrual. El simple hecho de ir al baño y ver la sangre en nuestras bragas, nos ayuda a no “olvidarnos” de que nuestro cuerpo está en su etapa de descanso. Por otro lado, las contracciones de nuestro útero al soltar el endometrio serán más efectivas si no tenemos nada dentro de nuestra vagina, con lo que las compresas nos permiten esta libertad de fluir. además, con ellas también recogemos nuestra sangre (en un cuenco con agua fría). Y finalmente y para las más “avanzadas” o quizás las más conectadas con su cuerpo (esto es práctica, una vez que una pone atención, ésta se va desarrollando) está la opción de no utilizar nada, lo que Anna Salvia llama “el sangrado libre“- Yo hace meses que vivo de este modo (aunque a veces por motivos de mi entorno sí que he de utilizar compresas)- el cual nos permite hacer una conexión absoluta con nuestro cuerpo (en realidad, somos cuerpo). Ponemos atención en nuestro útero, sus contracciones, en cómo se abre nuestro cérvix, cómo fluye nuestra sangre y podemos recogerla en un cuenco o bien dejarla en la tierra, en un agujerito como hacían y hacen aún hoy, las mujeres cazadoras- recolectoras.
Como vais leyendo, veis que siempre hablo de recoger la sangre y es que tirar la sangre es un gesto de ignorancia (yo también la he tirado y a veces la tiro, tranquilas, tampoco os molestéis por esto) Quiero decir que nuestra sangre menstrual no es un desecho y por tanto, no puede ser tratado como tal. Nuestra sangre menstrual contiene células madre regeneradoras. Nuestra sangre menstrual, antes de que la ciencia corroborase lo que nuestras cazadoras- recolectoras sabían, muchas mujeres la utilizaban para las tratar las heridas y los traumatismos, para fertilizar la tierra (danzaban las jovencitas con largas faldas- sin bragas- entre los campos. De ahí el origen de estas faldas con vuelo y los bailes en círculo de nuestras danzas populares), para tratamientos de belleza y un sin fin de usos regenerativos y nutritivos. Como veis tirarla al cubo de la basura o por la taza de WC es una pérdida de recursos. Por ello os propongo alguno de los usos que yo le doy y os animo a sumar los que vosotras le estáis dando ya (todos con óptimos resultados). Algunos son:

– Abonar las plantas (frutales, ornamentales, comestibles)

para ello disuelvo en medio litro de agua la sangre de mi copa menstrual (llenada hasta la mitad)- Si tu copa está a rebosar, disuélvela en un litro de agua- Con ello conseguimos revivir hasta las plantas más moribundas (vemos que el tabú menstrual sobre marchitar las plantas nos e cumple en absoluto). Así que mejor que el guano, estiércol (para las más escrupulosas) o abonos químicos, tenemos esta opción que sale más económica y que nos ayuda a tejer otra relación con nuestra menstruación.

– Dar volumen y brillo al pelo

con el agua fría donde las compresas de tela han estado en remojo (también vale la sangre de la copa diluida en agua). Después de lavarme el pelo, utilizo este agua. Voy frotando el cuero cabelludo con un suave masaje con la yema de los dedos y dejo actuar durante 5 minutos. Después aclaro bien, con agua fría. Puedo utilizar una mascarilla si deseo, pero no es necesaria. Os diré que no huele a nada si aclaráis a conciencia, aunque el olor no es como nos imaginamos ni como olemos en las compresas de celulosa o tampones.

– Mascarilla facial impurezas

con el agua de las compresas (también vale la sangre de la copa diluida en agua). Con arcilla verde (cada una con la arcilla que mejor le vaya a su piel y problema) y agua menstrual. Me la aplico como cualquier mascarilla y la dejo hasta que se ha secado. Después elimino con agua y ¡listo!
Por el momento éstos son los usos que yo le he dado. Hay mujeres que la utilizan para sus obras de arte, en México se llevó acabo este concurso con sangre menstrual: Arte Menstrual. La clave está en que cada una pueda explorar, investigar, jugar… esto es: trascender los límites simbólicos aprehendidos.
Como se puede ver nuestra sangre menstrual no es un desecho o es algo más que esto. Conocer nuestro cuerpo, su carácter cíclico es una revolución, así como lo es cambiar la relación con nuestra sangre menstrual. Atravesando el simbólico y resignificándolo estamos nombrándonos y generando un espacio propio de cambio.


 

Mujer, no tires tu sangre menstrual

¿Te deshaces de compresas y tampones usados? ¿Tiras por el retrete el contenido de la copa menstrual? Quizá te estás equivocando, mujer. Es lo que se deduce de esta publicación del Facebook de Feministas ácidas:

"¿Habéis probado a no tirar vuestra sangre menstrual, sino a regar la tierra con ella?"
Impresionante, ¿a que sí? Pues la impresión crece conforme se leen los comentarios; esta es una captura de los primeros de ellos; os recomiendo que leáis más:


La sangre menstrual, un estupendo fertilizante orgánico que cumple todos los requisitos de la agricultura ecológica según la legislación europea, como por ejemplo:
"La producción ecológica debe respetar los sistemas y ciclos naturales. La producción sostenible se debe alcanzar, en la medida de lo posible, mediante procesos de producción biológicos y mecánicos, a través de la producción vinculada a la tierra".
¿Y acaso la menstruación no forma parte de un sistema, de un ciclo natural? ¿Qué más biológico que vincular a la tierra el vertido femenino por excelencia, tan ligado a la fertilidad? Por supuesto que la sangre menstrual nunca va a ser la solución para la fertilización de los campos, ni va a paliar el hambre en el mundo (me refiero a utilizada como abono, no consumida directamente, cuidado). Pero no importa, porque lo de exprimir la regla hasta estos extremos es algo esencialmente espiritual, muy en la línea New Age que siempre está detrás de lo natural,  a ver qué os habías pensado. Unos comentarios más abajo nos ofrecen leer un enlace de Portal Terraluz titulado Sembrar tu Luna para sanar el linaje femenino (qué bonito, lo de "tu Luna"), que no tiene desperdicio. Ahí va una selección de fragmentos (los errores, copiados tal cual):

"Cuando la mujer se encuentra en Tiempo de Luna está conectada con el misterio de lo femenino y con la Madre Tierra". "El vientre con el pulsar uterino se conecta con el pulsar del corazón en nuestro pecho; juntos e integrados generan en el Cinturón Pélvico recuperación de las memorias y así la alquimia del amor creativo es". "El ofrendar nuestra sangre es un ritual de consciencia espiritual, por lo que antes de poder llevar acabo tu propio ritual es preciso deshacernos de tabúes arraigados, de ascos e ideas negativas hacia nuestro cuerpo y nuestra sangre que sólo bloquean la salida de la Diosa y la aceptación natural hacia nuestro hermoso cuerpo de mujer". "Sembrar nuestra Sangre Menstrual es sanarnos y sanar la relación con nuestro linaje femenino, reconciliarnos con nuestra madre, abuelas, nuestras ancestras y las de todas las mujeres de la humanidad... Es sanarnos para limpiar el camino de nuestras hijas, nietas y futuras generaciones, de tabúes e ideas negativas en torno a nuestra Sangre".
Ante creencias tan peculiares como estas poco vale la razón, así que voy a evitar los comentarios. Por cierto, hablando de comentarios, el enlace que aparece en la segunda captura ("porqué recoger nuestra sangre menstrual") va más allá de fertilizar la tierra a golpe de regla. En este, además de "abonar las plantas (frutales, ornamentales, comestibles)", la autora nos propone, tachán tachán:

"Dar volumen y brillo al pelo" y ¿por qué no? hacer con el sagrado vertido un estupenda "mascarilla facial impurezas".
Lo dicho, me ahorro los comentarios.
(Gracias, Santiago)


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